María del Carmen Delfín Delgado | imágen internet
Nadie escapa al desagradable espectáculo que provoca esta práctica innecesaria, afirman los especialistas de la salud que se hace por costumbre, mala costumbre opino, con el consecuente malestar del espectador, que por su infortunio,la presencia inesperadamente. No es privativo de los varones, sin embargo, se observa mayormente en ellos, estadísticamente por cada 100 hombres solamente una mujer se ve (raramente) en esta acción.
De origen latino y adoptada por los romanos siglos atrás es sputum (salivazo), palabra que se relacionaba con la expulsión del mal de todo tipo al escupirlo lo más lejos posible, también da origen a spuere (despreciar), así que los romanos enfermos andaban esputando o escupiendo virus y bacterias como muestra de su enfermedad y de su escasa educación.
En nuestro país esta costumbre está muy arraigada, es común que al ir por la calle de repente escuches el rugir de alguna garganta para inmediatamente lanzar la secreción, seguir nuestro camino y otro individuo escupiendo hacia un prado, un costado o directamente sobre la banqueta. Reconocidos médicos infectólogos afirman que la saliva vertida sobre una banqueta es infecciosa de 15 a 30, durante este tiempo es transportada en los zapatos u otros objetos con los que entre en contacto circunstancialmente y al secarse las partículas virales y bacteriológicas viajan por el aire quedando en el ambiente.
El uso de prótesis dentales o piezas metálicas de ortodoncia suelen ser causa de salivación excesiva o sialorrea, así como la ingesta de ciertos medicamentos y enfermedades del sistema nervioso; este fenómeno es normal en los bebés en etapa de dentición, durante el embarazo, al hacer ejercicio físico intenso, en enfermedades digestivos que provocan náuseas y en desajustes hormonales.
Escupir constantemente también afecta de otra manera la salud, al expulsar saliva innecesariamente se desequilibra el sistema de defensas de la cavidad bucal lo que puede ocasionar formación de caries y pariodontitis. La saliva remineraliza la dentadura, cura las heridas propias, es un indicador de diversas enfermedades; es elemental en el proceso digestivo ya que de los casi 100 millones de bacterias que se encuentran cada mililitro la mayor parte nos benefician aunque otras perjudican. En hallazgos de restos prehistóricos se detectó que los hombres de las cavernas metían piedras a la boca a manera de caramelos para salivar y acelerar la digestión.
Lanzar las secreciones bucales ha sido mal visto desde la antigüedad, en la Edad Media estaba prohibido escupir en la mesa y sobre los comensales, acto que se permitía si se hacía entre los pies de éstos. Fue a partir de finales del siglo XIX y principio del XX que el mundo empezó a tomar conciencia de lo peligroso que es tener contacto con la saliva ajena al ser el vehículo perfecto donde viajan y se reproducen virus y bacterias, tal fue el caso de la tuberculosis, se evidencia, a través de la historia, los estragos que la enfermedad ha causado y provocado innumerables muertes sin importar razas, edad, clases sociales, en mayor medida a los más desposeídos.
Hay otros motivos por lo que la gente escupe: algunos jóvenes lo hacen para demostrar su presencia, otros como una marca territorial; en ciertos deportes los participantes escupen por necesidad debido al ejercicio constante y otros lo hacen por costumbre. En los núcleos rurales y en los grupos de obreros su práctica es por hábito, en algunos adultos mayores es por problemas de salud.
La pandemia que hoy vivimos nos obliga a ser cautelosos con las medidas de higiene para evitar el contagio y la consiguiente infección por COVID19, debemos cuidarnos y cuidar a los que nos rodean, evitar el contacto con personas irresponsables e incrédulas que andan por ahí salpicando su saliva sin miramientos.