Maria del Carmen Delfín Delgado

La comunicación ha sido esencial desde que el primer hombre surgió en el planeta, es el intercambio de bienes físicos e intelectuales y el medio que ha permitido avanzar hasta el estilo de vida que hoy se disfruta. En este contexto, el correo y la mensajería juegan un importante papel desde épocas remotas, en todo el planeta el canje constante y permanente ha sido el motor responsable del progreso. En el México Tenochtitlan, esta primordial actividad la desempeñaban los “painani”, (en náhuatl significa “corredor veloz” o “corredor ligero”) jóvenes entrenados desde los 15 años en pequeñas viviendas como cuarteles militares dedicados al dios Paynal (corredor). Ellos fueron el primer correo en Mesoamérica.

Antes de la invasión española a nuestro territorio, ya se contaba con un nivel muy alto en el conocimiento de la astronomía, de la arquitectura, del arte, del comercio, la agricultura y en la medicina, en normas legales, éticas y morales. Así mismo, en el ámbito de la comunicación utilizaban “sellos”, fabricados de barro complementados con tintas de insectos y vegetales, de variadas formas y con figuras o glifos de acuerdo a la necesidad del usuario; su manufactura es una verdadera obra de arte, con figuras de flores, plantas, animales, estrellas, huellas o partes del cuerpo. Su uso no está bien definido, ya que contaban con diferentes formas: cilíndricos, curvos y de rodillo, sin embargo, se deduce que se estampaban en el cuerpo como adorno, sobre objetos y como símbolo de pertenencia de señoríos o tribus.
Al establecerse la Colonia en México, el virrey de la Nueva España podía usar un sello llamado de “Indias” para validar documentos y permitir la necesaria comunicación entre los nuevos territorios, con el paso del tiempo. Ya desde el siglo XVI se observa la necesidad de agilizar el intercambio de documentos oficiales, en 1580 (27 de agosto) se implementa el servicio postal en el país; durante su mandato el virrey Martín Enríquez de Almanza funda el Correo Mayor de Nueva España.
La correspondencia se traslada en caballo por medio de peones a la mayoría de las poblaciones, posteriormente se instalan las agencias postales en las principales provincias, como CDMX, Puebla y Guanajuato, entre otras. Tanto nobles como plebeyos podían usar el correo y eran los destinatarios quienes debían pagar el servicio. En 1762 se estableció el uso de buzones y la apertura de más agencias en distintas poblaciones. En esta etapa la correspondencia viajaba sin estampilla postal.

En 1837 en Inglaterra, el profesor británico Rowland Hill propuso el pago anticipado de una tarifa preestablecida para cubrir el costo del servicio postal cuyo comprobante sería una estampa pegada al sobre o paquete, lo hizo mediante un escrito titulado Reforma de la Oficina Postal, dirigido a las autoridades gubernamentales, donde fue tomada enseguida por su practicidad e importancia. Ya aceptada, se convocó a un concurso para el diseño de la primera estampilla postal, con un promedio de 3000 propuestas el gobierno lo declaró desierto y finalmente se decidió por la imagen del rostro de la Reina Victoria, de esta manera se utilizaron a partir del 1 de mayo de 1840 impresas en colores negro y azul dependiendo de su costo.

En México, el 21 de febrero de 1856, durante el gobierno de Ignacio Comonfort, se informó de la creación de los primeros sellos de correo, que saldrían a la venta el 20 de julio del mismo año. Para este proceso, días antes se establecieron los elementos y las instrucciones para la impresión y la comercialización. Cuando se tuvo la estampilla inaugural con la imagen de Miguel Hidalgo y Costilla se generó una serie de 5 sellos con el diseño de don José Villegas, director de la imprenta de gobierno, con diversos colores dependiendo del precio.
Finalmente el 1 de agosto de 1856, salió a la venta nuestra primera estampilla postal.