Maricarmen Delfín Delgado

A toda madre se le debe reconocer su importancia en nuestra vida: genética, física, moral y emocional, todo lo que ella significa en la crianza y formación de los hijos, sobre todo, en el plano moral y afectivo. Muchas mujeres desempeñan un doble papel en el núcleo familiar tomando como suya la responsabilidad que le corresponde al padre, en nuestro país muchas mujeres son el sostén económico de sus descendientes haciéndose cargo, además, de otros integrantes como padres o nietos. En algunos casos el padre está físicamente pero no puede o no quiere cumplir con la obligación que le corresponde, otras son madres solteras, viudas con hijos pequeños, o madres adoptivas que deciden entregar su vida a hijos que no estuvieron en su vientre. A todas estas mujeres hay que honrar y amar.

En nuestro país tiene gran importancia la celebración del Día de la Madre, fecha casi sagrada para muchos hijos, es la oportunidad para reconocer y agradecer a la persona que nos regaló el tesoro de la vida, la que labró lo que hoy somos, quien se desveló, lloró, se preocupó por nuestros tropiezos y se llenó de orgullo por nuestros logros. Este año está marcado por un parteaguas, por el suceso que nos mantiene inactivos, cautivos y con miedo, el virus que secuestró a nuestras madres en sus casas y nos impide dar el beso y el abrazo efusivo para remarcar esta fecha.

Desde la primera vez que se celebró en 1911, alentado por el movimiento feminista al inicio de la Revolución Mexicana y se institucionalizó en 1922, cada 10 de mayo ha sido una fecha de algarabía para unos y de remembranza para otros que ya no tiene a su madre físicamente, pero para todos de suma importancia y sin pasar desapercibido o limitado como en este 2020. Hoy nos vemos en la necesidad de postergar el pastel, el mole, el brindis y las porras muy cerca, ahora lo haremos a la distancia si ya no vivimos con ellas, pero esto no opaca o disminuye el amor a nuestras progenitoras.
El festejo para alagar a las madres tiene su origen en la antigua Grecia para honrar a Rea, madre de los dioses Zeus, Hades y Poseidón, los romanos la tomaron de los griegos y la llamaron Hilarias ( las alegres) para dedicarlo a Cibeles y Atis con fiesta y ofrendas durante tres días. Con la llegada de la religión católica se transformaron en festejos a la Virgen María por ser la madre de Jesucristo, con el paso del tiempo se modificó la celebración y pasó a ser un culto a la Virgen de la inmaculada Concepción, en diciembre.

En el siglo XVII en Inglaterra se llevaba a cabo una celebración similar de corte religioso, llamado Domingo de las Madres, aquí los niños primero iban a misa para llevar flores a la virgen y después regresar con sus madres para entregarle los regalos. Recuerdo algo similar hace medio siglo en mi barrio, durante el mes de mayo todos los niños llevábamos por las tardes flores a María Santísima, a este acontecimiento le llamaban “ir a ofrecer flores a la virgen”.

Esta celebración para las creadoras de nuestros días, se ha seguido llevando a cabo en casi todo el mundo, en España el primer domingo de mayo al igual que en Hungría, Portugal, Sudáfrica. El segundo domingo: Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador y Estados Unidos. 10 de mayo: México, El Salvador y Guatemala, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, India, Malasia, Omán, Pakistán, Qatar y Singapur.

En la distancia o a nuestro lado, ella siempre estará para nosotros, para rezar cada noche por sus hijos, para el regaño necesario, para el chiqueo a los nietos, para secar las lágrimas ocasionales, para decir que nos abriguemos aunque no haga frío, para cocinar los antojos y para dar la bendición a todos.

¡FELICIDADES A TODAS LAS MADRES!

Por cierto, está soplando fuerte el viento, si salen llévense un suéter