El 6 de febrero de 1916 nos abandonaste para reunirte con tus musas, allá en el paraíso donde te rodean las nueve hijas de Zeus en compañía de Apolo, donde tu pululante pluma sigue salpicando de sentimiento y reflexión para caer sobre los mortales que aún alimentan su espíritu con tu recuerdo.
Rubén Darío, a más de 100 de su partida sigue siendo un referente de la poesía, padre del Modernismo en la lengua española, su variada producción escrita en todos los matices literarios lo consagra como el “Príncipe de las letras castellanas”.
Periodista y diplomático, lo cual le permitió viajar por casi todo el mundo con una vida disipada y con algunos excesos, con 32 años y viudo reciente se casa con su segunda esposa Rosario Murillo, aún viviendo con ella, conoció al gran amor de su vida: Francisca Sánchez, campesina analfabeta de origen español de 20 años de edad, de familia pobre hija de un jardinero, a pesar de estas grandes diferencias se enamoraron y vivieron un gran amor hasta el día en que el poeta murió.
A pesar del escándalo generado por su relación, que duró 16 años, ella decidió irse a vivir con él. Todo empezó cuando Rubén Darío fue enviado a Madrid por el diario argentino La Nación en 1899, para investigar acerca de la situación del país como consecuencia de la guerra de España contra Estados Unidos.
En un paseo del poeta por Casa Campo acompañado por el escritor Ramón del Valle Inclán, en el jardín vieron a la joven, le coquetearon y ella les sonrió y les regaló flores, ellos las aceptaron, al tercer día de este encuentro Rubén regresó a visitarla.
Se rumoraba que se casó con Rosario Murillo en una crisis emocional completamente intoxicado por el whisky, arrepentido trató de divorciarse por todos los medios al grado de promover en Nicaragua una ley para anular el matrimonio (Ley Darío) y quiso convencer al Vaticano para la nulidad de la unión, sin lograrlo.
Eso no desanimó a la pareja y siguieron juntos, tuvieron cuatro hijos de los cuales sólo sobrevivió uno. Él la enseñó a leer y escribir, existen documentos resguardados en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid, donde dejó plasmados ejercicios de caligrafía, además de cartas personales y a otros poetas, recibos de compras, recetas de cocina, entre otros escritos.
Pero no todo fue miel sobre hojuelas, hubo temporadas donde permanecieron separados durante largos periodos debido a las actividades como diplomático, periodista y literato. Además, en ocasiones pasaron por penurias, el dinero escaseaba y los viajes eran frecuentes, entonces él le escribía y mediante una palabra clave le hacía saber que necesitaba que le mandara efectivo; sin embargo, cuando el poeta contaba con dinero lo gastaba despreocupada y alegremente, lo denotan sus facturas expedidas por afamadas sastrerías, lujosos restaurantes y tiendas de licores.
Al estallar la Primera Guerra Mundial Rubén Darío decidió regresar a América para “promover la paz”, ella nunca estuvo de acuerdo con esto pero él partió y nunca volvió a verlo. Un 6 de febrero recibió la triste noticia de su fallecimiento ocurrido en León provincia de Nicaragua, a causa de una cirrosis hepática. Cinco años después contrajo nupcias con un español culto y adinerado, José Villacastín, pero siguió amando al poeta conservando toda la documentación la cual donó al Estado Español; al entregar el archivo, su nieta Rosa Villacastín, se enteró de la historia ignorada hasta ese momento que años mas tarde le serviría de inspiración para la novela romántica “La princesa Paca”. Al preguntarle a su abuela que le enamoró de él, contestó: su palabra.
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