Maricarmen Delfín Delgado

California, palabra que al escucharla nos traslada mentalmente a una hermosa península de nuestro país, lugar que alberga a dos estados de exótica belleza; de sonido suave y armónico por el engarce de sus sílabas, su origen hasta el día de hoy es dudoso, envuelto en cierta fantasía, un tanto romántico.

En 1535 Hernán Cortés y su ejército llegan a la Paz, Baja California Sur, bautizando el territorio como la Bahía de la Santa Cruz por haberlo hecho un 3 de mayo, declarándolo territorio de la Corona, años después envía una expedición para navegar mar arriba y corroborar si se trataba de una isla o de una península.

Aquí la primera teoría: en 1534, el navegante culto Fortún Jiménez fue el primero que descubrió esta tierra confundiéndola con una isla en el segundo viaje patrocinado por Cortés, al adentrase refiere que era tan caliente como un horno. Sin embargo, los historiadores atribuyen esta expresión al propio Cortés, ya que había estudiado latín en Salamanca, como callida fornax (horno caliente); o de una mezcla de latín y alemán, y la clave sea calif ferne (caliente y lejano).

Otra teoría nos dice que el militar aristócrata y explorador Gaspar de Portolá llega en uno de sus viajes a la península en 1768 y al desembarcar exclama que era como un calor de forn (calor de horno), ya que en Áger, provincia catalana dónde él vivía, le llamaban así a los atrios de la iglesias, sitios donde se sentía un exagerado calor.

Sin embargo, la palabra “california” ya existía en el castellano pues aparece en varias obras literarias del siglo XVI como la novela épica La Canción de Rolando en la novela de caballería Las Sergas de Esplandián.

Recordemos que con el Tratado Guadalupe Hidalgo (1848), México cedió la mitad de su territorio a Estados Unidos con el fin de terminar el conflicto bélico entre ambos, el cual tenía devastado a nuestro país, que comprende los que actualmente son los estados de Nevada, Utah, Nuevo México, Colorado, Texas, Arizona, Wyoming, Oklahoma, Kansas y California. Consecuentemente muchos los ciudadanos mexicanos pasaron a formar parte de aquel país.

El Condado de Amador en California, es uno de los más grandes en EEUU, su creación se atribuye a un empresario y explorador llamado José María Amador, quien tenía un enorme rancho reconocido por el gobierno mexicano en 1836, donde alojaba a los aventureros que llegaban a aquella zona animados por “la fiebre del oro” alrededor de 1849. En 1851 el gobierno estadounidense obligó a José María a vender sus tierras. Sin embargo, su familia compuesta por 22 hijos en tres matrimonios logró conservar el nombre de su padre y fundador.

California, sigue teniendo un sesgo romántico, José María era hermano de Sinforosa Amador, mujer elegante y culta. Su primer esposo fue el español Miguel Mendoza con quien tuvo cinco hijos, al enviudar decide viajar al interior del país como misionera para difundir la cultura jesuita europea asentándose en la Villa de Jalapa en 1814, aquí conoce a José Pérez Oliva y Sabana médico cubano que llegó México para promover la campaña de vacunación “Balmis”, trabajo altruista y filantrópico que se prolongó de 1803 a 1814, es en este último año cuando pasa por esta población para inocular a sus habitantes contra la viruela, se enamoran y al poco tiempo deciden casarse.

Ángela Mendoza Amador, una de los cinco hijos de su primer matrimonio, fue esposa del licenciado Antonio María de Rivera. De su segunda unión nacieron tres descendientes, el menor, Juan José Pérez Amador se casó con Sofía Rivera Mendoza, su sobrina. La descendencia de Sinforosa siguió siendo destacada, su hija Monserrate Pérez Amador se une en matrimonio con Manuel María Quirós, de donde nacieron María de los Ángeles Quirós Pérez esposa de Alonso Güido y Acosta, ella establece una de las primeras escuelas mixtas en la calle Revolución, y Concepción Quirós Pérez quien posteriormente funda la Escuela Superior Industrial para Señoritas, que hasta el día de hoy funciona en la calle Clavijero.

Destacados personajes en la historia de nuestra ciudad, hombres y mujeres descendientes de la gran familia que formó doña Sinforosa Amador, gentil dama, raíz del árbol genealógico de la cultura xalapeña.