Maricarmen Delfín Delgado
Todos somo únicos e irrepetibles, nos distingue el patrón de ADN, la personalidad, los rasgos físicos, el coeficiente intelectual y, sobre todo, el apellido. Además de marcarnos, nos da sentido de pertenencia familiar e identidad en la sociedad. El apellido es el que marca a la familia, es una denominación antroponímica (estudio del origen de los nombres y apellidos) que unida al nombre da individualidad e identidad a la persona.
En la antigüedad no existían los apellidos, por lo regular se distinguía a la gente por su sobrenombre o su lugar de origen: Empédocles de Agrigento, Tales de Mileto (Agrigento y Mileto eran sus poblaciones de nacimiento); Aristóteles “el Estagirita” o “el Filósofo”, Heráclito “el Oscuro de Éfeso”, por citar algunos. También se les definía por sus ocupaciones y cargos, que más tarde quedarían como apellido heredado por generaciones: Escudero, Barbero, Jurado, Coronel, Escribano, Zapatero, Herrero, Guerrero, Verdugo. Existe una teoría que menciona que surgieron a partir de sus características físicas: Bravo, Calva, Delgado, Moreno, Alegre, Leal, Cejudo, Gordillo.
Algunos apellidos proceden de las culturas griega y romana, otros nacieron en la Edad Media entre 1050 y 1150, a un nombre único se le agregó un apelativo individual que posteriormente fue heredado lo que dio lugar al “patronímico”. En los primeros años del siglo X que precedieron a este sistema, la forma de asignación fue transformándose variada y lentamente; se siguió el antiguo patrón poniendo como apellido títulos nobiliarios (Rey, Reyna, Noble, Conde, Duque, Marqués, Barón, Caballero, Hidalgo).
En esta época los integrantes de la burguesía empezaron a hacerse propietarios de tierras e inmuebles, para acreditar la pertenencia y adquirir la titularidad por medio de un documento fue necesario agregar a su nombre ciertas características que favorecieran la identificación y poderío, así surgieron los primeros apellidos patronímicos: Pérez derivado de Pedro, Enríquez de Enrique, González de Gonzalo, Martínez de Martín, López de Lope, Álvarez de Álvaro, etcétera, los que hasta el día de hoy conocemos y llevamos puestos. Algunos terratenientes prefirieron tomar como apellido el nombre donde se ubicaban sus propiedades: De Zaragoza, De León, De Castilla, De la Mora, De Aragón, De Córdoba, Burgos, Santander, España.
Algunos apellidos no tienen un origen específico o derivación conocida, otros son adaptaciones o adopciones de lenguas o idiomas extranjeros, como Castañón que originalmente es Castagnon, Miñón de Mignon, Coelo de Coello, Espínola de Spinola, Romañoli de Romagnolli, German de Hermann.
En México, a pesar del mestizaje y la mezcla con otras razas europeas, aún se conservan apellidos indígenas como Acanca, Apanco, Caloch, Popoca, Texis, Xochihua, Tlaxca, Tlapaya, Xopa, Xochiténcatl, Poo, Tepetl, Zepahua, entre otros.
Tenemos los que se toman de la naturaleza, de los objetos, de los colores; por ejemplo: Flores, Manzano, Pino, Naranjo, Cerezo, Granados, Aguas, Rocas, Villa, Robles, Rosas, Lagos, Carrizales, Olmos, Parra, Romero, Cañas, Viña, Hinojosa, Pimienta, Castaño, Rueda, Castillo, Fierro, Torres, Casas, Salas, Villa, Piedra, Pozos, Paredes, Rincón, Espejo, Barros, Barrios, Meza, Del Ángel, Del Valle, Valles, Garza, Mantilla, Espejo, Manteca, Cruz, Blanco, Rojo, Rosado, Amarillo, De la Luz, Del Monte, Cano, Concha, Garza, Llamas, Lamas, Viveros, Fuentes, Escalera.
También los hay raros, en México son, entre ellos: Dios, Sorda, Vital, Urriaga, Longán, Zuzunaga, Parraverde, Landaverde, Anacleto, Funes, Luján, Melgar, Sorní y Delfín. Me atrevo a compartir el origen de este apellido, aunque pareciera relacionarse con el animal marino, tiene su origen en el santoral, concretamente a San Delfín, que a su vez es una derivación del nombre de la ciudad de Delfos, antigua población griega.
Los apellidos con mayor número de portadores en nuestro país son, en orden descendente: Hernández, García, Martínez, López, González, Pérez, Rodríguez, Sánchez, Ramírez, Cruz.
Así que debemos sentirnos orgullosos por el apellido que nos identifica, nos da pertenencia y nos distingue, el que portamos dignamente sobre nuestro nombre como una valiosa corona.