Ruiz Cortines

Juan Javier Gómez Cazarín*

El viernes se cumplieron 48 años del fallecimiento del expresidente veracruzano Adolfo Ruiz Cortines.

Aquí, en el Congreso del Estado, honramos la fecha entregando la medalla que lleva su nombre en una sesión solemne en la que encabezó el gobernador Cuitláhuac García Jiménez y en la que participó la presidenta del Tribunal Superior de Justicia, Isabel Inés Romero Cruz. El galardonado este año fue Luis Rodríguez Pulido, un artista y activista de la cultura afromexicana.

Tristemente, mexicanas y mexicanos tenemos pocas cosas buenas qué decir de quienes nos han gobernado en el pasado. Pero de Ruiz Cortines sí. Y su gran mérito, que debería ser lo normal y no lo extraño, fue que no se hizo millonario en el servicio público.

En el primer cuadro de la ciudad de Veracruz, en la esquina de la calle Alvarado y la avenida Miguel Alemán, la casa en la que Ruiz Cortines vivió su retiro después de la Presidencia -y donde murió- es ahora un museo.

Pareciera, en realidad, que es un museo a la austeridad y a la honradez. Una casa propia del estilo de la época anterior al neoliberalismo, en la que la clase media se las arreglaba mucho mejor que ahora. Amplia, pero sin mayores lujos que los esperados en la vida de un profesionista más o menos establecido. Podría ser la casa de cualquier médico o abogado.

Desde luego, no se parece en absoluto a las opulentas mansiones de los expresidentes y exgobernadores que han vivido medio siglo después de Ruiz Cortines.

Sin ir muy lejos, como descarado contraste, a pocas cuadras de ahí se estaba construyendo –las autoridades lo han detenido- un edificio que sería el monumento al extremo opuesto de la honestidad y la austeridad.

Un inmueble, ese sí con todos los lujos, que bien podría ser un museo de la corrupción, los excesos, la ostentación y la falta del mínimo pudor de quienes tuvieron la oportunidad de gobernarnos y que, al contrario de Ruiz Cortines, hoy son inmensamente ricos.

De pronto pienso qué diría el modesto expresidente de ellos. Me podría imaginar que la reacción de estos otros sería de vergüenza. Pero no. Lo pienso mejor y llego a la conclusión de que no. Lo que menos conocen es la vergüenza.

*Diputado local. Presidente de la Junta de Coordinación Política.