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Este viernes, el consejero delegado de Moderna, Stéphane Bancel, dio una entrevista a ‘Le Journal du Dimanche’ en la que defendió que habrá «que vacunar con una tercera dosis de recuerdo» de su vacuna y que habrá que empezar con los grupos de riesgo (fundamentalmente, a las personas que viven en residencias) antes de que acabe el verano. No es una declaración aislada.

Hace un par de meses, el consejero delegado de Pfizer, Albert Bourla, también anunció que su vacuna «probablemente» necesitaría una tercera dosis de refuerzo. «Entre nueve meses y un año después de la segunda», estimó un poco después el cofundador de BioNTech, Ugur Sahin. A principios de año, Johnson & Johnson ya había puesto encima de la mesa la idea de que podríamos necesitar una dosis anual para combatir el virus.

Es decir, hay un consenso bastante generalizado… entre la industria farmacéutica. Y, sin embargo, estos anuncios no dejan de ser recibidos con cierto escepticismo por la comunidad científica. No porque no estén en lo cierto, ni porque los investigadores estén convencidos de que con las dosis que estamos administrando vaya a ser suficiente; sino porque mientras se hacían estos anuncios, los estudios que se van publicando apuntan a que la inmunización es «robusta» por, al menos, más de seis meses.

¿Necesitamos realmente una tercera dosis?

Algo no acaba de encajar. Sobre todo, porque las administraciones públicas siguen anunciando contratos para años futuros (aunque con las vacunas ya comprometidas se cubriría con mucho toda la población de sus respectivos países). Es decir, todo parece indicar que las autoridades sanitarias dan por hecho (o, al menos, se preparan) para un escenario en el que se vayan a necesitar más vacunas. Sea porque las nuevas variantes desborden a las actuales o porque éstas pierdan efectividad, los acuerdos se siguen cerrando.

Se siguen cerrando a pesar de que faltan datos. De hecho, si hacemos una panorámica sobre las vacunas actuales, solo la vacuna de Johnson & Johnson tenía en marcha un verdadero ensayo tipo III con dos dosis. Es decir, una más de lo que (muy convenientemente a nivel comercial) teóricamente era necesario. De hecho, no faltan los científicos que creen que esto evidencia que en Janssen ya asumían que lo de «monodosis» era algo más peliagudo de lo que se nos ha hecho creer.

Es cierto que Pfizer tiene en marcha un pequeño ensayo de 144 personas para estudiar los efectos de la tercera dosis y que la aparición de nuevas variantes está poniendo a prueba de forma recurrente la potencia de las vacunas, pero a día de hoy (con los datos en la mano) no sabemos si será necesario vacunar una tercera vez. Es más, muchos de los resultados que se van publicando llaman a la tranquilidad.

Es eso precisamente lo que llama la atención del debate: que las notas de prensa van más rápido que los datos. Y como hemos visto a lo largo de esta pandemia eso no es buena idea. En este sentido, las autoridades sanitarias han bien preparándose para cualquier escenario. No obstante, no conviene simplificar la cuestión.

Estos días, con el ejemplo de la segunda dosis de Astra-Zeneca en España, hemos visto lo complejas que son estas decisiones y cómo sistemas sanitarios y agencias regulatorias pueden defender pública y notoriamente posiciones distintas agarrándose a datos distintos. Pasará también con la tercera dosis (o con la vacunación anual), pasará en directo y nos obligará a tomar decisiones en escenarios sociales, económicos y sanitarios muy complejos. La clave hoy por hoy es que la frase anterior está en conjugada en futuro: aún es pronto para hacer caso a las notas de prensa.