María del Carmen Delfin Delgado 

Cuando reímos se activan los músculos del rostro y del cuerpo, los pulmones se dilatan, surgen movimientos corporales inusuales y sonidos guturales irregulares, el diafragma se sacude, los labios se expanden, las cejas, los párpados y los ojos se estiran provocando arrugamiento, la lengua y el maxilar se contraen, las mejillas se expanden, se produce rubor por la quema de calorías y, en ocasiones, los ojos lagrimean. Pero la risa no es sólo una serie de reacciones físicas es, mayormente, la expresión de alegría, de bienestar, de pensamientos positivos y circunstancias inusitadas para el cerebro; es energía positiva y sanadora para el cuerpo.

Es un fenómeno que involucra aspectos fisiológicos, sicológicos y neurológicos, desencadenante de reacciones físicas y emocionales involucrando ciertas facultades cerebrales que aumentan la capacidad mental, estimula el sistema inmunológico, mejora la memoria, reduce el estrés, mejora la creatividad y la imaginación, aumenta la autoestima, la empatía y la reciprocidad, favorece las relaciones sociales, produce resiliencia. Soltar una carcajada es un mecanismo que utiliza el organismo para liberar angustias y tensiones.
Reírse involucra a otro u otros, la risa necesita un estímulo para desencadenarse, un motivo hilarante, una persona (comediante, payaso, actor, compañero, familiar, animal, objeto, etcétera) que sea el portador de una acción (palabra, movimiento, gesto, imagen, recuerdo) para estimular al cerebro hacia la alegría. También suele ocurrir que un estado de estrés y nerviosismo provoquen la risa; la enfermedad cerebral llamada Síndrome pseudobulbar, se caracteriza por episodios incontrolables y repentinos de risa o llanto.

La risa ha acompañado al hombre desde el inicio su existencia en la época de las cavernas, en Colombia a orillas del río Bogotá se encuentra un petroglifo grabado sobre un bloque de piedra, con antigüedad desconocida, llamado “La piedra de la risa”, donde se muestra un grupo de personajes que parecen representar una celebración ya que denotan movimiento con los brazos levantados hacia el cielo y sonrisas plasmadas en las bocas de rasgos exagerados como evocando carcajadas.

El significado de la risa ha intrigado a la humanidad desde épocas remotas dando lugar a cientos de reflexiones y definiciones de filósofos, científicos, artistas, pensadores estudiosos de la esencia mental. Para Aristóteles era una fuerza positiva y un método de conocimiento capaz de iluminar partes no visibles del razonamiento. Heráclito pensaba que la risa reactivaba la respiración, la regulaba y la hacía más profunda. Confucio aconsejaba reírse doce veces al día para alcanzar la plena sabiduría. En el Corán está escrito que quien hace reír a sus compañeros merece el paraíso. Martín Lutero expresó: “mi risa es mi espada y mi alegría mi escudo”.

En Mesoamérica la risa también fue parte importante en la vida, las culturas de la costa del Golfo que habitaron el centro de Veracruz elaboraban figurillas en barro o arcilla con rostros sonrientes de marcada alegría, mujeres, niños, hombres y animales que significaban bienestar y reconocimiento a sus deidades por lo recibido. Las cabezas colosales de las mismas culturas, encontradas en Veracruz y Tabasco, esbozan una marcada sonrisa a través de sus gruesos labios.

La sonrisa no sólo cambia la expresión facial, estimula al cerebro para liberar endorfinas, responsables de múltiples funciones que nos brindan placer y bienestar como el apetito, la producción de hormonas sexuales y el fortalecimiento del sistema inmunitario. En China hace más de 4000 años, había templos donde la población se reunía para reírse con el propósito de equilibrar la salud; en India existen templos dedicados a la práctica de la risa. En el Antiguo Testamento se menciona: “cuando el corazón está alegre, la vida es más larga, pues un corazón lleno de alegría cura como una medicina, un espíritu triste seca los huesos”.