- 2020 nos ha enseñado muchas cosas, también a valorar mucho más la esencia de los viajes.
Lorena G. Díaz – Periodista de Viajes National Geographic.
“Hoy es un gran día para la humanidad”, aseguró a principios de noviembre el presidente de Pfizer, Albert Bourla, al confirmar a los medios de comunicación, y por ende al mundo entero, que su vacuna alcanzaba una efectividad del 90% y que a lo largo de 2021 el laboratorio distribuiría más de 1.300 millones de dosis. “Es el principio del fin”, publiqué yo misma haciéndome eco de la noticia en una red social. Dentro de poco, pensé, trabajar en la industria turística no será como vivir en un limbo constante.
No fui la única emocionada en ese momento. Fueron miles de usuarios que, al igual que yo también difundieron la buena nueva, los precios de las acciones de las aerolíneas y los cruceros subieron, las personas comenzaron, por fin, a planificar viajes para 2021 (muchas incluso a reservarlos), y el sector turístico comenzó a recobrar la esperanza, la misma de todos, la de la normalidad. La noticia aquel día no fue solo el anuncio de una vacuna contra la COVID, también lo fue contra el pesimismo.
En noviembre de 2020 muchos empezamos a ver la luz al final del túnel. Seguimos viéndola hoy, en plena puesta en marcha de la campaña de vacunación, a pesar de que inmersos en la tercera ola de la pandemia, los contagios no dejan de crecer. Sea como fuere, la realidad es la que es las noticias sobre las vacunas han cambiado las reglas del juego y ya se percibe un cierto optimismo en el sector que no parece que vaya a verse frustrado de nuevo (como ya sucedió con la campaña de verano).
La vacuna ha generado un horizonte de recuperación que esta vez, todo apunta, será definitivo. Si bien los veteranos de una de las industrias más flexibles, la de los viajes, afirman que hasta 2022 ó 2023 no se producirá una recuperación completa, la llegada de la vacuna ya está minimizando daños. Una vez dibujado el cronograma de vacunación, que estima -aunque no sé yo si de forma muy optimista- que al menos un 70% de la población española esté vacunada para finales de verano de 2021, los principales agentes de la cadena de valor turística se aferran a este balón de oxígeno para dejar de depender de los cada vez más menguantes fondos, préstamos y el apoyo del gobierno para superar la recesión más bestia que ha sufrido la industria.
Pero cómo viajaremos a partir de ahora continúa siendo un misterio. Si bien es cierto que ganas hay muchas, también recelo; Así que una cosa está clara, la flexibilidad y la seguridad serán claves en el proceso de generación de confianza del viajero.
El viajero consciente
Que viajar nunca será igual es algo que todos damos ya por supuesto, pero esa afirmación no necesariamente implicar que vaya a ser algo peor. Partimos de algunas conclusiones muy positivas, como el respiro que le hemos dado al planeta, la bajada de la contaminación y la ausencia de masas en los lugares más populares del mundo como es el caso de Venecia. 2020 nos ha enseñado muchas cosas, pero en el ámbito de los viajes yo lo resumiría con una frase: ahora valoramos mucho más lo que viajamos porque hemos vivido justo lo contrario. Si bien la democratización de los viajes hizo mucho más accesible, y más barato, el mundo a gran parte de la población, la pandemia nos concienció de que ni el prestigio social ni los likes de Instagram deberían contar a la hora de viajar. Viajaremos menos pero mejor y seremos más conscientes. Y a pesar de que viajar será seguro, la posibilidad de contagio es un problema que no podemos obviar, ya que este contratiempo nos acompañará durante bastante tiempo.
Lo que está claro es que en 2021 y más allá (ya se está reservando la temporada de cruceros para 2022 porque tal y como me contaban el otro desde MSC Cruceros así es el perfil de crucerista, fiel y previsor) habrá, ya la hay, un hambre universal por espacios abiertos; la naturaleza será el antídoto para la vida urbana moderna en la que llevamos meses atrapados. Los expertos también confirman una tendencia viajera que amenaza las tradicionales vacaciones de punto a punto, en las que los viajeros vuelan a un solo lugar, disfrutan y regresan, la de los viajes que abarcan múltiples ubicaciones, suceden a un ritmo más lento y tanto el viaje como el destino son igual de importantes.
Pero en todo este proyecto de recuperación para el que la vacuna es fundamental, también lo serán la flexibilidad y la seguridad porque sí, tenemos ganas de viajar, pero lo haremos con cautela. Y para este punto son tanto los gobiernos de los países como la industria de viajes quienes tienen la obligación de implicarse, porque la transparencia entre proceso será fundamental. Y aquí es cuando se espera que hoteles, restaurantes y el resto de atracciones de un destino hagan las cosas bien, porque lo verán reflejado en el número de visitantes. Visitantes que si bien las tendencias de viaje no engañan elegirán destinos conocidos de corto y medio radio, incluso lugares ya conocidos, antes de dar el gran paso hacia un gran viaje.
Por eso el reto es tremendo y de ahí que ya se esté trabajando en medidas como por ejemplo la creación de instalaciones de test de COVID en los aeropuertos y evitar así las cuarentenas en destino, cuya desaparición será vital para el impulsar el turismo. Como también lo será el hecho de que varias aerolíneas, Qantas entre ellas, hayan manifestado que están estudiando la idea de prohibir volar si no hemos sido inmunizados. Para ello será fundamental la creación de una cartilla de vacunación que nada tiene de extraño, ya que es algo muy habitual en por ejemplo los viajes a África.
Viajaremos lento, posiblemente más incómodos (¿nadie recuerda lo que cambió el mundo tras los atentados del 11S?), pero sin duda lo haremos seguros.