Maricarmen Delfín Delgado
La Guelaguetza viste de color, música y baile a Oaxaca, en un remolino de vistosos atuendos regionales los danzantes reafirman sus raíces con bailes típicos, deliciosos platillos y artesanía como parte de su herencia cultural en una de las más representativas muestras del folclor nacional. Guelaguetza significa “ofrendar” o “compartir” en zapoteco, por eso más que una fiesta es un ritual donde la filosofía prehispánica se pone de manifiesto, aquí los pobladores participan cooperando y ofrendando sus danzas, su comida, su artesanía, sus leyendas, su música.
La Guelaguetza es el resultado de la mezcla de la celebración prehispánica de la diosa del maíz, Centéotl, y la fiesta de Corpus Christi, así podemos ver la herencia de ambos mundos, por un lado, la unión de ambas cocinas, la elección de la mujer que representará a la Diosa del maíz en el desfile, la presentación de ‘Donají’ -la leyenda sobre la vida y muerte de una princesa zapoteca, y el culto a la Virgen Del Carmen.
Se celebra el segundo lunes después del 16 de junio en el Cerro del Fortín, por eso es llamada también la Fiesta de los lunes del Cerro, en diversas plazas y parques de la ciudad con la idea de la fiesta como patrimonio, es decir, como una herencia de la que gozan los oaxaqueños, una imagen que se ha ido creando a lo largo del tiempo y que ahora se encuentra completamente afianzada. No existen datos que nos permitan afirmar su antigüedad, al parecer su popularidad se fue incrementando con el paso del tiempo, en el período que va de 1930 a 1950, cuando los tintes regionalistas tomaron carta de naturalización en los Lunes del Cerro; condensó en sí misma un núcleo de representaciones sobre las que giraba la esencia y el «alma oaxaqueña» como fue llamada desde esa época.
La Guelaguetza de los Lunes del Cerro se expresa en la ofrenda a la ciudad de Oaxaca que hacen los grupos representativos de las siete regiones tradicionales: los Valles Centrales, la Sierra Juárez, la Cañada, Tuxtepec, la Mixteca, la Costa y el Istmo de Tehuantepec. Cada delegación presenta una muestra de su patrimonio cultural a través de bailes que ejecutan al son de la música y los cantos que les son propios, vistiendo indumentaria de gala de sus respectivos pueblos.
De los años 30 a los 50 del siglo pasado los Lunes del Cerro se celebraban en por lo menos cinco poblaciones del Valle como: Zimatlán de Álvarez, Ejutla de Crespo, Ocotlán de Morelos, Tlacolula de Matamoros y Villa de Etla, reproducían la fiesta urbana en su interior siguiendo, por lo general, la misma estructura que se desarrollaba en la ciudad. Eran momentos de convivencia comunitaria, realizados a través de festivales en los que se elegía a una señorita de la localidad para ser investida como Reina de la Azucena, o bien, como Diosa Centéolt, y en el que participaban bandas de música.
Además de disfrutar los colores se disfrutan los sabores: mole amarillo, mole negro, chocolate, quesadillas, memelas, nieves, entomatadas, pan de cazuela, tlayudas, cecina, barbacoa, tejate, enchiladas con tasajo, tamales, atole y café que se venden en los diferentes puestos, dotando aun así de un ambiente más folclórico y rico a esta zona