Maricarmen Delfín Delgado
Las enfermedades han existido a lo largo de la historia de la humanidad, gracias a las investigaciones de arqueólogos y antropólogos forenses sabemos del origen de nuestra especie, de los primeros hombres, quiénes eran, cómo vivían y de qué enfermedades murieron, algunos restos aún llevan como tatuaje las huellas de sus padecimientos y accidentes; golpes, contusiones y fracturas causa predominante, sin embargo, también eran atacados por microorganismos. En la Bahía de Hudson en Canadá se descubrieron fósiles de bacterias encapsuladas en un cuarzo con más de 3,700 millones de años, las primeras al formarse totalmente el planeta. En el casquete de Guliya en el Tibet, se hallaron en el hielo más profundo virus y bacterias desconocidos con una antigüedad de 15 mil años aproximadamente.
La peste, enfermedad mortal para el hombre causada por el bacilo Yersinia Pestis, se vincula generalmente a los roedores y se trasmite al hombre por medio del piquete de pulgas infectadas, tejidos contaminados o gotas de partículas respiratorias; se presenta con variantes como la peste bubónica, la peste septicémica y la peste pulmonar. Esta enfermedad es altamente contagiosa y no se conocía cura hasta hace poco tiempo, se combatía con oraciones a diversas divinidades, sangrías, purgas, procesiones y quema de herejes y contagiados, prácticas que en nada mejoraron la situación.
No sólo en la piel del planeta quedaron las huellas de esta microvida, testimonios literarios recrean el sufrimiento y devastación causados por enfermedades incontrolables que azotaron a la humanidad en diferentes épocas. Peste, cólera y lepra principalmente, son las epidemias tratadas en la literatura.
En el Antiguo Testamento ( libro de Samuel II-24, 1012-970 a.C.) es descrita como castigo por la desobediencia del rey al mandar a censar la región, Dios le da al rey David tres propuestas para el pago al pecado cometido: siete años de hambruna, tres meses de guerra o tres días de peste, el rey eligió ésta última, cito un fragmento: y envió Jehová pestilencia a Israel desde la mañana hasta el tiempo determinado, y murieron del pueblo, desde Dan hasta Beer-Seba, setenta mil hombres.
Tucídides narra en su Historia de la Guerra del Peloponeso, escrita a mediados del siglo V d. C., una epidemia de peste en Atenas durante la guerra que sostuvo más de 50 años con Esparta, con oleadas de contagios durante cuatro años que mató a la tercera parte de la población. Como buen historiador da una narración detallada de los síntomas y el sufrimiento de los enfermos: « la gente se sentía afectada de repente, estando en buena salud, se notaba violentes calores en la cabeza, los ojos estaban rojos e inflamados; en el interior, la faringe y la lengua se volvían sangrientos, la respiración irregular, el aliento fétido.
En la obra maestra de Sófocles “Edipo Rey” escrita hacia el año 430 a. C., la epidemia se presenta en la forma mitológica y literaria característica de la tragedia griega, la peste que asola Tebas es el punto de partida para que Edipo cumpla su destino, no sólo es el pretexto, además es una metáfora de la violencia que se expande por la ciudad de manera contagiosa. Narra que la población se encuentra conmovida violentamente por la desgracia, con la muerte de niños, adultos y animales, los campos se secan a causa de la enfermedad.
Gracias a la obra “Historia secreta de Justiniano” del historiador bizantino Procopio de Cesárea, sabemos que en el año 540 de nuestra era, Bizancio fue azolada por una terrible epidemia de peste bubónica, la primera pandemia que ha dejado huella en la historia, se supone su propagación por toda Europa meridional, ya que Grégoire de Tours en sus historias describe como hacia el año 590 la peste devastó poblaciones del sur de Galia.
En 1348 la peste se apodera de Florencia, Giovanni Villani, escritor, político y cronista de esta ciudad, había empezado su obra Nueva Crónica en 1330, importante recopilación de la vida florentina, obra que fue abandonada en 1347 cuando enfermó por la peste que lo mató al año siguiente, antes de morir tuvo tiempo de relatar el avance de la epidemia, su evolución y el número de defunciones. Su hermano Matteo en su Crónica de 1363 hace el balance de la enfermedad calculando que murieron 50 mil personas en la ciudad atribuyéndolo a un castigo divino; posteriormente se relacionaron los brotes de pandemias al paso de algún cometa.
La obra de Bocaccio, El Decamerón escrita en 1353, también está ambientada en Florencia, narra que para huir de la peste 7 mujeres y 3 hombres aristócratas se confinan en una residencia de campo, cada noche para aligerar el aislamiento cuentan una historia, en total 100 cuentos, muchos de ellos eróticos, algunos alegres y otros trágicos, leídos durante 10 días. En la introducción de la obra, para situar el contexto de los protagonistas, relata los horrores de la peste bubónica:
Y no era como en Oriente, donde a quien salía sangre de la nariz le era manifiesto signo de muerte inevitable, sino que en su comienzo nacían a los varones y a las hembras en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones que algunas crecían hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo, que eran llamadas bubas por el pueblo, inmediatamente comenzó la calidad de la dicha enfermedad a cambiarse en manchas negras o lívidas que aparecían en cualquier parte del cuerpo”.