Casi desde principios de la campaña por la gubernatura, de manera muy discreta, la candidata Rocío Nahle giró una instrucción: El despliegue de una estrategia específica para golpear a los Yunes en su línea de flotación.

Es decir, el diseño y construcción de un misil teledirigido con precisión milimétrica para hacer estallar al presunto refugio yunista en la zona conurbada de Veracruz-Boca del Río. En el 2021 ya se les habían arrebatado una diputación federal y una diputación local. Y, en aquella ocasión, estuvieron a punto de ganarle la alcaldía de Veracruz.

El receptor de la citada instrucción fue un hombre que se ha ganado bien la etiqueta del mejor operador político de Morena en Veracruz, el diputado Juan Javier Gómez Cazarín.

Hábil, entrón, metódico, incansable, Cazarín asumió la instrucción como cruzada propia. Porque él mismo lo ha expresado: No le gustan las tibiezas. Se metió hasta la cocina –y a la sala y a los cuartos y a las bodegas y a todos los rincones- de las casas yunistas. Como periodista de investigación se paseó frente a las supermansiones de Yunes en El Estero para exhibir la opulencia descarada en la que viven.

Pero Cazarín sabe que comerse solo los pasteles es un error propio de los políticos principiantes que puede devenir en atragantamiento. Por el contrario, abrir el abanico es una garantía de éxito.

Lo primero que hizo fue coordinarse –cuadrarse, dirían otros- con don Pepe Peña, esposo de la candidata y uno de los encargados de sacar la campaña en Boca del Río. Lo mantuvo informado y le consultó todas las decisiones importantes.

Con esa poderosa bendición, jaló a Sergio Rodríguez Cortés, titular de la Procuraduría del Medio Ambiente, cuyo centro de operaciones está, precisamente, en Veracruz. Y en la etapa final de la campaña, recibieron refuerzos del secretario de Gobierno, Carlos Juárez; y del dirigente estatal de Morena -compadre de Cazarín-, Esteban Ramírez Zepeta.

Cazarín y Esteban establecieron un bunker operativo en uno de los hoteles más visitados de Veracruz; el equipo de Carlos Juárez lo hizo en Costa de Oro.

Un ejército silencioso pero efectivo se metió a la comarca, caminándola calle por calle, erosionando los pies del ídolo de barro que de invencible únicamente tenía la fama. El patriarca Yunes no esperaba lo que les venía: la movilización morenista en el territorio que, equivocadamente, consideraba suyo. Cuando Yunes descubrió que su dinero y sus mañas no serían suficientes para contener la avalancha de Morena, era demasiado tarde.

Este lunes, ya 3 de junio, Cazarín salió de su bunker, escoltado por dos patrullas estatales y acompañado de unas 30 personas, entre ellas, Domingo Bahena, a quien apoda “su abuelito”. Quienes lo vieron, dicen que iba radiante de contento y que se dio tiempo de alzar el puño al aire y gritar: “¡Tenemos Gobernadora! ¡Fuera los Yunes!”.

No gritó “¡Misión cumplida!”, pero la próxima Gobernadora de Veracruz sabe que así fue. No se equivocó en confiarle a Cazarín esta encomienda, como en su momento no se equivocó Cuitláhuac García en encargarle la operación del Congreso del Estado.

La pregunta que cualquier político se hace es. ¿Qué viene para Cazarín y para Esteban? Si ya pasó la elección, ¿qué les van a encargar ahora?