Alberto Calderón P.

El título de una frase que utilizaba el científico Carl Sagan y es cierto aún quedan muchas cosas por descubrir en el mundo, el límite somos nosotros, entre ellos aguardan los libros a muchos lectores, libros con grandes conocimientos, o lúdicos, también es necesario acercarse para profundizar los inacabables estudios en la ciencia, la tecnología, el arte, la palabra escrita, la poesía, las lecturas de los libros son una gran fuente de conocimientos, un tema tan amplio.

Atrás quedaron decretos como el hecho por el papa Inocencio VIII que obligaba a obtener una licencia eclesiástica para imprimir libros llamada “imprimatur”. En un inicio la iglesia celebró la invención del libro impreso, reconociendo la tipografía como una “arte divino”, que tenía la posibilidad de promover los tesoros de la sabiduría, pero…, siempre hay un pero, se creó el “auto de fe de libros” en todo sitio de influencia católica. En España se permitía una publicación siempre que pasara por el Consejo de Castilla dependiente de la corona española. También el papa Paulo IV aceptó el catálogo de los libros prohibidos, muchos circularon sin ser quemados uno de ellos fue La celestina, que pasó todo el siglo XVI circulando siendo prohibido hasta el año 1790, entre los libros más perseguidos fueron las obras de teatro, otros como el de Galileo Diálogos sobre los sistemas del mundo fue perseguido igual que La vida de Lazarillo de Tormes.

Aunque parezca no creíble, muchos regímenes siguen censurando la escritura en formato de libro, en revistas, las voces de los comunicadores, represión, muerte, desprestigio, por gobiernos que se sienten incómodos y no les gusta ser exhibidos en ensayos, investigación histórica y social principalmente contemporánea, literatura incómoda.

Siempre ha habido escritores no gratos para algún régimen, recordemos el caso de Alexander Soyenitzin quien escribió el Archipiélago Gulag que denunció el exilio obligado, donde enviaban a los opositores al gobierno en un sitio extremadamente frío. Su denuncia en el libro le valió ser desterrado de Rusia, posteriormente ganó el Premio Novel de literatura en 1970. Otro caso cercano fue el de Salam Rushidi nacido en India y nacionalizado británico, fue amenazado de muerte por su libro Los versos satánicos al sentirse ofendidos los seguidores del islam.

La lista es larga en ella entra Romeo y Julieta de Shakespeare, voces que promovían su censura en los Estados Unidos por “promover” el suicidio, La casa de los espíritus de Isabel Allende por grupos de norteamericanos, igual intento de censura sufrió Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, algo que parece inaudito, sobre estas destacadísimas obras. Lo mismo sufrió Lolita de Vladimir Navokov, Madame Bovary de Gustave Flaubert. Nuestro país no ha quedado exento de ello, en el 2001 el Secretario de Trabajo de aquella época era Carlos Abascal le pareció inapropiado que su hija leyera en la secundaria el libro de Carlos Fuentes Aura, se creó todo un escándalo, el libro se prohibió en esa institución, la maestra que impartía la clase fue despedida, pero las ventas de la obra se dispararon, vendiendo más de 20 mil libros cada semana.

No deberíamos permitir que voces objetivas de escritores, comunicadores y otros actores de las letras quieran volver a ser silenciadas desde el pulpito presidencial, pasando a juicio político a los que consideran enemigos del régimen, no todos son santos, pero no todos son corruptos, amarillistas o parciales, utilizar el mismo racero pensando que solamente existe el blanco y el negro sería negar los matices que le dan vida al pensamiento y razonamiento diverso.

Xalapa2000@hotmail.com
Miembro de la Red Veracruzana de comunicadores (REVECO).