Alberto Calderón P.
La banqueta era alta, estaba sentado en la orilla. Mis pequeñas piernas colgaban sin tocar el piso, los pantalones me quedaban un poco cortos y rígidos, miré mis zapatos, mis calcetines y el principio de la espinilla. Me di cuenta que los autos no bajaban, en un momento todo se paralizó, no escuché ruido alguno, volví mi cabeza a los lados de la calle, al frente y finalmente doblándome un poco hacia atrás, dentro de la casa la puerta estaba abierta. No se escuchaba el menor ruido, en mi mundo algo había paralizado todo, los movimientos de las personas, la planta de jazmín que se salía de la reja enfrente se quedó quieta, el aire también paró. Alcé la vista al cielo y me encontré con innumerables borregos formando grandes hileras tratando de tapar la inmensidad del azul, me dieron miedo, permanecí por un momento en el mismo lugar. Sentí que las cosas se podían acabar en un instante: el mundo, mi vida, lo que estaba a mí alrededor, el día, la luna, todo; la angustia me cayó encima, de repente me di cuenta de la fragilidad de mi ser ante la inmensidad de las cosas. Me levanté apresurado y me fui a refugiar con mi abuela.
Aquella imagen aterradora al ver las nubes como nunca antes las miré me provocó un extraño presentimiento, no recuerdo nada más de esa mañana pero me quedó en la memoria para siempre, el todo de las cosas y lo pequeño que me sentí al lado de la altura y la forma que tomaron en el cielo; si eso cambio mi vida en algo, No lo sé, ahora cuando enfoco el calendario en esa época me doy cuenta que muchas cosas sucedieron y otras estoy seguro que sucederán, algunas más nunca pasarán. ¿Que será el resto de mi existencia? La respuesta está en el viento.
Antes miraba las nubes acostado con cara al cielo y veía como tomaban formas diversas, patos, osos, animales indescriptibles de diferentes combinaciones, ogros en movimiento que iban cambiando hasta formar otros objetos, y caras. Cuando regreso en los recuerdos, al ver las nubes aborregadas percibo que algo está por suceder.
Cuando la paz y la armonía surgen, la tierra nos ofrece su riqueza, su vida y sus paisajes, nos da una probada de nuestro paraíso, por eso me gusta mirar las nubes, es la tierra la que nos dice algo que no terminamos de captar; ahora es más difícil contemplarlas por periodos largos, a medida que pasa el tiempo los recuerdos se achican, se vuelven breves.
Mis preferidas son las moldeadas por el viento esperando el amanecer, son tocadas por pinceladas mágicas sobre ese fondo azul cambiando de tonalidades a medida que va apareciendo el sol. Es espectacular cuando conviven con nosotros en forma de neblina, bajan para que las sintamos, son inofensivas y nos permiten regodearnos en su corazón, se estacionan y se quedan a jugar a escondernos las cosas. Cuando suben muchas veces las vemos tratando de comerse el azul y nunca acaban de hacerlo.
Dicen que la unión hace la fuerza y el ejemplo más claro es al juntarse en grandes cantidades girando unidas en contra de las manecillas del reloj formando un gran remolino para finalmente desatar toda su fuerza a la vez, al precipitarse en grandes volúmenes de agua por largos periodos arrasa y destruye todo a su paso, haciendo crecer los ríos y cambiando el entorno, haciendo sentir el temor de su poder.
Ya no puedo ir a refugiarme con mi abuela, pero recuerdo en días pasados algunas nubes como borreguitos formando largas hileras presagiando algo. Ahora en la calma cuando todo está en silencio solo escucho el canto de los grillos, veo la luna, ¡esta hermosa! y Venus la observa desde lejos.
Xalapa2000@hotmail.com
Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores (REVECO).