Alberto Calderón P.

El virus que en estos días recorre el planeta nos paralizó, ese alto en la dinámica del mundo se desaceleró, nos percatamos de nuestra fragilidad, nos dimos cuenta qué no somos el centro del mundo.

La humanidad recordará esta fase con miles de historias, entre los fallecidos, los recuperados, la gente aislada, los que perdieron sus empleos o empresas, las personas que van al día y son tan vulnerables, los indiferentes ante la situación, los incrédulos que pregonan a los cuatro vientos que esto es mentira aún viendo la realidad. La sospecha generalizada de que la propagación del covid-19 fue sembrado intencionalmente con fines aun no claros, algo no comprobable y muchas cosas más rondan por nuestras mentes y saldrán muchas más a lo largo de los meses.

La información fluye hasta el cansancio hasta que dentro de nosotros tengamos un mapa del mundo teñido de rojo en extensas zonas, producto de los países con casos de infección, con acercamientos por países y estos por estados, provincias; cuantificando los casos por medio de nuestras prótesis tecnológicas, cualquier medio, auditivo, visual u otro nos tendrá presionados tratando de que nuestras mentes no tengan otra cosa en que pensar. Si preguntamos si se protegen del contagio del virus, como autómatas nos darán la información precisa, pero cuantos de ellos en verdad la llevan al pie de la letra.

Lo importante es que cada vez hay más gente interesada en lo que sucede en el planeta, en todo el mundo occidental surgen nuevas voces que difunden con ensayos y no ficción el producto de sus investigaciones, muchas narrativas amenas, accesibles, libros que aportan nuevos conocimientos para hacer conciencia colectiva y revertir en lo posible los excesos sobre la devastación de la especie humana en el planeta. Comprender que no estamos separados de las plantas, animales y la propia naturaleza, que todos somos un conjunto.

Las nuevas tecnologías nos han permitido conocer que en subsuelo a miles de metros de profundidad se encuentran complejos ecosistemas microscópicos con vida sin la necesidad de la luz solar y el oxígeno, alimentándose de otros nutrientes y respirando óxido. Nuestra vista esta enfocada a lo que percibimos en la superficie, en el aire, el cielo y más lejos con instrumentos que nos den una explicación sobre nuestra vida en el planeta sin pensar que en el subsuelo se encuentra gran parte de las respuestas a muchas de las interrogantes sobre el origen de las especies. El prestigioso ecólogo norteamericano David W. Wolfe en su libro El subsuelo menciona que “se hace más evidente que el nicho ocupado por el homo sapiens es más frágil y menos central de lo que pensábamos.

En el subsuelo encontramos el tiempo profundo de la existencia de la vida como lo menciona Robert Macfarlane en su libro “Bajotierra”, en el hace referencia al tiempo de los humanos comparado con las formas de vida en el subsuelo que sería de un instante. 

Esto nos acerca a voltear nuestra mirada y escudriñar el conocimiento hacia el mundo que percibimos y el exterior pero también al que se encuentra debajo de nuestros pies que tiene una riqueza inigualable. ¿Usted qué opina querido lector?

Xalapa2000@hotmail.com

Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores (REVECO)